Un Sinvergüenza: Cuando la vergüenza censura, hay que abandonarla

La palabra sinvergüenza suele venir con una carga negativa, casi como una acusación. Pero, ¿y si la rescatamos? ¿Y si en lugar de verla como un defecto, la convertimos en una aspiración? No en el sentido de actuar sin principios, sino en la valentía de no dejar que la vergüenza nos silencie.

Porque, seamos honestos, muchas veces no compartimos nuestras ideas por miedo a lo que pensarán los demás. Nos censuramos antes de hablar, nos convencemos de que es mejor callar que arriesgarnos a sonar ingenuos, equivocados o fuera de lugar. Pero en ese silencio, lo único que logramos es estancarnos. El crecimiento—especialmente el intelectual—no ocurre en la comodidad de lo no dicho, sino en el intercambio de ideas, en la fricción del pensamiento, en la valentía de equivocarse en voz alta.

No voy a pretender que siempre soy un sinvergüenza. Hay momentos en los que la duda me frena, en los que me pregunto si vale la pena exponerme. Pero intento que eso no me gane. Intento recordar que compartir ideas, aún cuando no sean perfectas, es el único camino para afinarlas, para aprender, para provocar reflexión en otros y, con suerte, en mí mismo.

Eso es lo que quiero que sea este blog: un espacio donde podamos compartir sin miedo, cuestionar sin reservas y crecer en el proceso. Aquí no hay verdades absolutas, solo ideas en construcción. Así que bienvenidos a Un Sinvergüenza. Ojalá disfruten este espacio tanto como yo.


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